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jueves, 15 de abril de 2010

61. SEGOVIA** (II), capital: 23 de julio de 2005.

16. SEGOVIA, capital. Vista de la plaza mayor con el Ayuntamiento.
17. SEGOVIA, capital. Ábside de la catedral.
18. SEGOVIA, capital. Cristo yacente de Gregorio Fernández, en la catedral.
19. SEGOVIA, capital. Una de las pandas del claustro de la catedral.
20. SEGOVIA, capital. Capilla mayor de la catedral.
21. SEGOVIA, capital. Bóveda de la girola de la catedral.
22. SEGOVIA, capital. Fachada principal y torre de la catedral.
23. SEGOVIA, capital. Fachada del palacio de los marqueses del Arco.
24. SEGOVIA, capital. Torre y ábside de la igl. de San Andrés.
25. SEGOVIA, capital. El Alcázar.
26. SEGOVIA, capital. La igl. de San Esteban.
27. SEGOVIA, capital. Mon. del Parral.
28. SEGOVIA, capital. Igl. de la Veracruz.
29. SEGOVIA, capital. Otra perspectiva de la igl. de la Veracruz.
SEGOVIA** (II), capital de la provincia: 23 de julio de 2005.
   La Plaza Mayor, céntrico espacio porticado, está presidida por el sobrio edificio del Ayuntamiento, obra del siglo XVII.
   A la plaza asoma el ábside de la Catedral**, uno de los últimos grandes templos góticos construidos en la Península, entre 1525 y 1577, después de que un incendio redujera a cenizas la anterior obra románica, situada frente al Alcázar, durante el conflicto comunero. Se la conoce como la "dama de las catedrales" y fue trazada originalmente por Juan Gil de Hontañón, aunque no se consagró hasta mediados del siglo XVIII. Sobre la austera fachada sobresale a gran altura (90 m.) la poderosa torre*, mientras que la zona de la cabecera, dispuesta en planos decrecientes, se corona con airosos pináculos.
   La herreriana puerta de San Frutos, en el lado norte, da acceso al interior, armónico y de grandes proporciones. Consta de tres naves, crucero, ábside con girola y cubierta de bóvedas de crucería que apoyan sobre esbeltos pilares de diversos estilos. En la parte alta se abren ventanales con vidrieras bajo los que corre una larga galería. Una veintena de capillas, cerradas por buenas rejas y provistas de valiosos retablos, se disponen en las naves laterales y alrededor de la girola. Destaca entre ellas la primera capilla situada a la derecha de la puerta de acceso tanto por el retablo de La Piedad*, obra de movido barroquismo de Juan de Juni (1571), como por el tríptico flamenco del Descendimiento*, de Ambrosio Benson (siglo XVI). Un también magnífico Cristo yacente, de Gregorio Fernández, que es sacado en procesión la noche del Viernes Santo, se encuentra en la capilla del Sepulcro de Cristo, casi a los pies de la nave opuesta.
   En el centro de la nave principal, el coro tiene sitiales gótico-flamígeros (siglo XV) y cuenta con dos órganos barrocos. Sumamente llamativa es la bóveda estrellada* que cierra la Capilla Mayor, en la que, sobre un lujoso y discordante altar del siglo XVIII, debido a Sabatini, se venera a la Virgen de la Paz*, hermosa estatua del siglo XIV vestida de plata.
   A la derecha de la girola se abre la capilla del Santísimo Sacramento, rica y espaciosa estancia que alberga, entre azulejos cerámicos de Daniel Zuloaga, el Cristo de la Agonía, de Manuel Pereira (siglo XVII). En la capilla del Cristo del Consuelo, al otro lado de la puerta de San Geroteo, se alza una magnífica portada procedente de la antigua catedral. Por ella se accede al claustro, construcción gótica de finales del siglo XV, también perteneciente al templo anterior y trasladado aquí en 1558. Son muy hermosos sus ventanales con tracerías caladas. Finalmente, la capilla situada a los pies de la torre y la antigua sala capitular, esta última con un magnífico techo de madera tallada (siglo XVII), albergan el Museo de la Catedral, donde pueden admirarse objetos de rica orfebrería, vestiduras litúrgicas, esculturas, pinturas y varias colecciones de tapices. Valiosos manuscritos e incunables, entre ellos el Sinodal de Aguilafuente (1472), una de las primicias de la imprenta en España, se guardan en el Archivo.
   La calle del Marqués del Arco, que flanquea la Catedral y reune diversas tiendas de artesanía, conduce en dirección al Alcázar. En ella, se encuentra el palacio de los Marqueses del Arco, mansión renacentista (siglo XVI) provista de un notable patio plateresco, y ya cercana al Alcázar se levanta la iglesia de San Andrés, románica del siglo XII. Muestra al exterior un interesante ábside y una torre de ladrillo coronada por un chapitel de pizarra.
   Al final, precedido de jardines y sobre el espolón que circundan los ríos Eresma y Clamores, se eleva como quilla de barco el Alcázar**, "un castillo de verdad, el más parecido del mundo a un castillo de mentira soñado por un niño", según expresión de Dionisio Ridruejo que algunas fantasías de Walt Disney han demostrado atinada. Su origen, aparte de los precedentes de época romana e incluso anteriores, se remonta a los tiempos inmediatos a la repoblación de la ciudad (siglo XII).
   La iglesia de San Esteban* se levanta en la plaza del mismo nombre, siendo un templo románico (siglo XIII) de rosada piedra caliza, del que destaca sobremanera la alta torre**, de seis pisos con ventanales de bellas arquerías, más delicadas en los tramos más altos. El característico pórtico sobre columnas pareadas y con capiteles finamente esculpidos, aunque mal conservados, rodea el edificio por dos de sus lados. El interior, rehecho con formas barrocas, alberga esculturas tardorrománicas.
   Al otro lado del Eresma se alza el monasterio del Parral*, fundado a mediados del siglo XV y formado por un conjunto de edificios góticos y renacentistas que acogen una comunidad de monjes jerónimos. No queda lejos, junto a la carretera de Zamarramala, la singular iglesia de la Vera Cruz**. Se trata de un templo de origen templario (siglo XIII), de exterior poligonal, de 12 lados, saliente torre cuadrada y sencillas portadas.

Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
COBREROS, Jaime. Guía del Románico en España. Ed. Anaya. Madrid, 2010.

Enlace a la Entrada anterior de Segovia**:

miércoles, 7 de abril de 2010

60. SEGOVIA** (I), capital: 23 de julio de 2005.

1. SEGOVIA, capital. Igl. de San Millán.
2. SEGOVIA, capital. Ábside de la igl. de San Millán.
3. SEGOVIA, capital. Igl. de San Clemente.
4. SEGOVIA, capital. Torre de la igl. de San Justo.
5. SEGOVIA, capital. Avda. Fernández Ladreda, con el Acueducto al fondo.
6. SEGOVIA, capital. El Acueducto.
7. SEGOVIA, capital. La casa de los Picos.
8. SEGOVIA, capital. Palacio del conde Alpuente.
9. SEGOVIA, capital. Plaza de San Martín.
10. SEGOVIA, capital. Vista general de la igl. de San Martín.
11. SEGOVIA, capital. Ábside de la igl. de San Martín.
12. SEGOVIA, capital. Galería porticada de la igl. de San Martín.
13. SEGOVIA, capital. Profetas de la portada principal de la igl. de San Martín.
14. SEGOVIA, capital. Interior de una de las galerías porticadas de la igl. de San Martín.
15. SEGOVIA, capital. Cristo muerto, de Gregorio Fernández, en la capilla Herrera de la igl. de San Martín.
SEGOVIA** (I), capital de la provincia: 23 de julio de 2005.
    A esta ciudad, fundada sobre la alta peña que abrazan el Eresma y el Clamores, el tópico la describe como un navío de piedra en medio del mar de Castilla. En esa imagen, de fastidiosa reiteración, pero también de decantada exactitud, la alargada silueta del Alcázar sería la proa, la Catedral haría las funciones de palo mayor y puente de mando entre la arboladura de las torres, y el herido Acueducto, al que generalmente se le asigna el papel de fuerte amarra, bien podría tomarse, pese a que no está para muchas singladuras, por aparejo idóneo donde montar un velamen impulsor. Bajo un cielo de pintores y envuelta en limpia luz que, hacia el ocaso, se diría que le nace a las piedras desde dentro, esa tríada monumental se acompaña de otros muchos alicientes, no sólo artísticos ni exclusivamente gastronómicos, con ser unos y otros tan notables. He aquí, en fin, una ciudad histórica y alegre, artística y habitable, pétrea y frondosa, probablemente la más sensual de todas las capitales de la austera Castilla.
   Por la bulliciosa avenida de Fernández Ladreda se llega a la iglesia de San Clemente, elevada sobre el nivel de la calle y provista de un magnífico ábside, galería tardorrománica y notables pinturas murales en su interior. Un poco más adelante, en lo que fuera antiguo barrio de la morería y arrabal de curtidores, mucho mayor interés posee la iglesia de San Millán**, auténtica joya románica de la ciudad (siglo XII) cuyo aislamiento permite una completa observación. En su exterior, a modo de pequeña catedral, destacan la elegante cabecera, formada por cuatro ábsides, la torre mozárabe, un tanto disonante en su remate superior, y los atrios porticados, así como la obra escultórica que decora las portadas y los aleros. El interior, de tres naves sobre amplios pilares y cúpula de gusto oriental, es muy armonioso y conserva, especialmente en la cabecera y el crucero, toda la pureza románica. En él pueden verse hermosos capiteles, restos de pinturas murales del siglo XIII y buenas esculturas, junto a otros elementos modernos (vidrieras).
   Finalmente, al otro lado de la plaza del Azoguejo, dando nombre a dos plazas contiguas, se alza la iglesia de San Justo, de la que lo más destacado son las valiosas pinturas murales* tardorrománicas (siglo XIII) que se ocultaban bajo los encalados y el retablo barroco.
   El Acueducto**, una de las más impresionantes obras de ingeniería romana, probablemente fue construido a finales del siglo I d.C., en la época de Domiciano o Trajano, para llevar el agua desde la sierra a un posible campamento situado donde hoy se alza el Alcázar. El tramo más relevante de los 15 km. de extensión que posee su trazado es el puente de 728 m. de longitud y 163 arcos formados por piezas de granito berroqueño superpuestas, sin ningún tipo de ligazón, sostenidas sólo mediante un sabio equilibrio de fuerzas. Tras un profundo giro y ya con el airoso vuelo de su doble arquería, la "madeja de piedra" salva la profunda vaguada de la plaza del Azoguejo, a 29 m. de altura máxima.
   El llamado "puente del diablo", imagen ya casi intemporal de la ciudad, ha sufrido sin embargo tal deterioro en los últimos años que incluso se ha llegado a temer seriamente por su supervivencia. Diversas medidas llevadas a cabo en los últimos años tratan de salvar para la posteridad este emblema segoviano ferozmente atacado por la contaminación del tráfico rodado y otras causas de erosión, sin excluir los atentados directos, tales como choques contra sus muros, raspaduras y pintadas. Las tareas de restauración, durante las cuales se han dejado al descubierto tramos de la cacera o canalización subterránea, son lentas y sumamente complicadas y, mientras se realizaban, el símbolo máximo de Segovia ha añadido a su archivo iconográfico un aspecto inédito, rodeado de andamios y envuelto en plásticos. Ojalá sea sólo una anécdota más entre las muchas que jalonan su larga historia.
   En la calle Real, sale al paso la casa de los Picos, mansión renacentista (siglo XV) que recibe ese nombre por los adornos en punta de diamante que configuran su fachada. Poco después, al fondo de una placita que desciende a la izquierda se alza el palacio del Conde Alpuente, construcción mudéjar del siglo XV, precedida de una torre de gusto italiano y adornada con hermosos ventanales de tracerías caladas y los característicos esgrafiados segoviano, obtenidos mediante la aplicación de plantillas sobre el revoco aún húmedo de los muros. El interior acoge dependencias del gobierno autonómico y posee un armonioso patio.
   En la plaza de Medina del Campode San Martín o de Juan Bravo como se la conoce indistintamente, la primacía artística corresponde a la
Iglesia de San Martín**.
Historia
   Parece haber indicios de su existencia antes de periodo románico. Durante éste adquiere fama la escuela de copistas del monasterio, cuya iglesia es reconstruida totalmente a finales del siglo XII y durante la primera mitad del XIII, siendo la que ha llegado hasta hoy.
Descripción
   En San Martín llama la atención desde el primer momento la variedad y complejidad de volúmenes y espacios creados alrededor del núcleo original del templo, posiblemente de origen prerrománico. Salvo por los ábsides, toda la iglesia está rodeada de galerías. La de poniente, que continúa las laterales, ha de salvar además el fuerte desnivel mediante un pórtico a distintas alturas. Toda esta complejidad hace que la escultura juegue un papel importante, especialmente la de los capiteles de su galería septentrional, ya que la del resto es bastante tardía, salvo un altorrelieve encastrado en el ábside central representando al titular y que posiblemente se trate de la talla más antigua del conjunto.
   La galería septentrional, tapiada en parte, tiene sus capiteles a altura accesible. Principalmente narran éstos escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, alternando en ocasiones motivos fitomórficos y de lucha (dos guerreros enfrentados o contra un monstruo). Comenzando por los capiteles septentrionales del pórtico occidental, que forman un todo con los de la galería, se escenifica en ellos: la Última Cena (Judas toma un pan de la mesa), matanza de los Inocentes, David con músicos, la Anunciación, Cristo en majestad rodeado de cuatro ángeles, Presentación de Jesús en el Templo con la mano de Dios que toca su cabeza, la Virgen y San José camino de Belén, San Martín partiendo su capa, resurrección de Lázaro y entrada de Jesús en Jerusalén, beso de Judas. El estado de las tallas dificulta su valoración, aunque indudablemente no son de un maestro de primera fila. Sin embargo, no carecen de movimiento.
   El pórtico occidental muestra a cuatro figuras que con funciones de cariátides sostienen desde media altura dos arquivoltas de medio punto. Posiblemente se trate de personajes veterotestamentarios representados con un gran hieratismo. Tallas estilizadas con ropajes cuidados y pegados a los cuerpos. Los capiteles son figurados y tallados con primor. Las arquivoltas por su parte van decoradas austeramente con leves motivos geométricos. Su cuadrada torre mudéjar está coronada por un chapitel barroco. 
   El interior, de tres naves, fue transformado en el siglo XVII, y en él son especialmente notables la capilla gótico-flamígera (siglo XV) construida para enterramiento de la familia Herrera y una escultura de Cristo Muerto, atribuida a Gregorio Fernández (siglo XVII).
Comentario
   San Martín es la iglesia más urbana entre las románicas de Segovia. Los abundantes espacios protegidos, ya bajo las galerías, ya bajo el pórtico, están pensados para acogen a un gran número de vecinos. Dentro de las escenas descritas en los capiteles septentrionales (los otros no tienen gran interés), llama la atención la cruz de doble brazo que reposa sobre el altar en la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. A primera vista puede parecer un anacronismo pero el doble brazo desecha cualquier idea de este tipo. En el momento en que Jesús es presentado oficialmente a su pueblo (no como un judío más, ya que es tocado desde ese momento por la mano de Dios), tiene ante Sí la doble cruz, la cruz de la Pasión y la cruz de la Resurrección. La primera marcará la vida de Jesús entre los hombres, la otra marcará la de los hombres ante Dios. El Niño bendecido por Dios tiene ante Él su futuro. El origen de la cruz de doble brazo es griego, lo que hace aún más extraña su presentación en Segovia tras el cisma de Oriente.

Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
COBREROS, Jaime. Guía del Románico en España. Ed. Anaya. Madrid, 2010.

martes, 6 de abril de 2010

59. ARÉVALO* (I), Ávila: 23 de julio de 2005.

1. ARÉVALO, Ávila. Castillo.
2. ARÉVALO, Ávila. Patio del castillo.
3. ARÉVALO, Ávila. Igl. de San Juan Bautista o de los Reyes.
4. ARÉVALO, Ávila. Arco de Alcocer o de la cárcel.
5. ARÉVALO, Ávila. Plaza del Real.
6. ARÉVALO, Ávila. Torre de la igl. de Sto. Domingo de Silos.
7. ARÉVALO, Ávila. Igl. de Sta. Mª la Mayor del Castillo.
8. ARÉVALO, Ávila. Plaza de la Villa.
9. ARÉVALO, Ávila. Fuente de los cuatro caños e igl. de San Martín.
10. ARÉVALO, Ávila. Torre de la igl. de San Martín.
11. ARÉVALO, Ávila. Igl. de San Martín.
12. ARÉVALO, Ávila. Galería románica porticada de la igl. de San Martín.
13. ARÉVALO, Ávila. Portada de la casa de los Sexmos.
14. ARÉVALO, Ávila. Plaza de la Villa con la igl. de Sta. Mª la Mayor del Castillo.
ARÉVALO* (I), provincia de Ávila: 23 de julio de 2005.
   La capital de la comarca de La Moraña -una tierra que, en expresión de Cela, "cría el cereal, tolera la vid y maldice el árbol"- se asienta junto a un cerro al pie de la confluencia del Adaja y el Arevalillo. Famosa hoy más que nada por el reclamo gastronómico de sus tostones asados, es uno de los núcleos fundamentales de la arquitectura románico-mudéjar castellana y está declarada conjunto histórico-artístico.
   Con acceso por sendos puentes bien dibujados sobre los dos ríos -es especialmente airosa la quíntuple arquería mudéjar del que salva el cauce del Arevalillo- y al pie del castillo* (siglos XIV-XV), cuya reforma neogótica aún permite adivinar en la gran torre del homenaje semicircular lo que esencialmente fue una obra de albañilería morisca, el núcleo urbano de Arévalo es una sucesión de plazas castellanas, dotadas de gran personalidad y presididas por templos mudéjares. La mayoría de éstos fue construida siguiendo inicialmente las pautas del románico de transición, con las peculiaridades derivadas del arte morisco, basado en el empleo del ladrillo, y con importantes reformas posteriores. En la plaza del Arrabal, que cumple funciones de Plaza Mayor, está la iglesia de Santo Domingo de Silos (siglo XVI), con un ábside enladrillado compuesto por arquerías ciegas, portadas clasicistas y torre barroca con linterna octogonal. En el interior con destacables la reja plateresca que cierra el presbiterio y una escultura de San Francisco atribuida a Gregorio Fernández.
   En una plazoleta próxima se encuentra la iglesia del Salvador, en la que la obra de ladrillo adquiere una impronta clasicista debido a las reformas realizadas a finales del siglo XVI. Una de sus capillas, la de los Ávila-Monroy, se adorna con un retablo del taller de Juan de Juni (siglo XVI).
   Un importante resto de la muralla, el arco de Alcocer o de la Cárcel, que se abre entre dos cubos y una alta galería, da paso a la plaza del Real, porticada en torno a un templete central y rodeada por bellas casas nobles, entre las que destaca el edificio consistorial rehecho con elementos procedentes de otras construcciones.
   Hacia un extremo de la plaza sobresale la torre de la iglesia de San Juan Bautista o de los Reyes, que fue capilla de un antiguo palacio. Aún conserva restos mudéjares en la cabecera, aunque la obra actual corresponde a los siglos XV-XVI y su interior fue reformado en el siglo XVIII.
   No queda lejos la llamada plaza de la Villa, también con amplios soportales sobre columnas de madera o piedra, vistosos entramados en los muros de las casas y un pintoresco rincón presidido por la gótica fuente de los cuatro caños. A esta plaza asoman dos templos mudéjares, aunque uno de ellos, la iglesia de Santa María la Mayor del Castillo, se arruinó parcialmente en 1980. El otro, la iglesia de San Martín* (siglos XIII-XIV), destaca por su cabecera de triple ábside, la galería románica porticada con capiteles esculpidos (se abre en el lado opuesto a la plaza) y sus dos torres cuadradas de desigual altura. La más baja es la denominada de los Ajedreces, por el dibujo que forma el ladrillo, en tanto que su compañera muestra un perfil de gran esbeltez. El callejeo por esta plaza y sus alrededores ofrece rincones de gran sabor popular. Y no faltan, aunque soportando mal el paso del tiempo, antiguos palacios y casonas con blasones en las fachadas, entre ellos la Casa de los Sexmos, antigua sede de la organización comunal de la comarca. Su sala de juntas exhibe un hermoso artesonado, restaurado recientemente.
   Por último próxima a los restos de la muralla medieval, frente al Arevalillo, se alza la iglesia de San Miguel, cuya estructura también mudéjar, aunque reformada en el siglo XVI, exhibe un ábside cuadrado, una hermosa portada lateral y una torre truncada. En su interior hay un valioso retablo*, restaurado, que incluye pinturas sobre tabla de influencia hispano-flamenca (principios del siglo XVI).

Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.

lunes, 5 de abril de 2010

58. MEDINA DEL CAMPO* (I), Valladolid: 23 de julio de 2005.

1. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Vista general del Castillo de la Mota.
2. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Tronera del Castillo de la Mota.
3. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Portada de la capilla del Castillo de la Mota.
4. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Torre del Homenaje y patio del Castillo de la Mota.
5. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Portada de la igl. de San Miguel.
6. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Plaza Mayor, con el Ayuntamiento y el palacio real al fondo.
7. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Balcón de la Virgen del Pópulo, de la colegiata de San Antolín.
8. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Portada de la colegiata de San Antolín.
9. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Retablo mayor de la colegiata de San Antolín.
10. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Bóvedas de la colegiata de San Antolín.
11. MEDINA DEL CAMPO, Valladolid. Interior de la colegiata de San Antolín.
MEDINA DEL CAMPO* (I), provincia de Valladolid: 23 de julio de 2005.
   A la sombra del Castillo de la Mota, la segunda ciudad vallisoletana en importancia económica es también una de las más monumentales de la provincia.
   Plaza Mayor
   Comienza la visita en la Plaza Mayor, rebautizada como Plaza Mayor de la Hispanidad por algún prócer inclinado a las frases solemnes. Este gran espacio que en el pasado acogió joyeros, especieros, armeros, calceteros y jubeteros muestra hoy una imagen un tanto impersonal, sin duda causada por las sucesivas remodelaciones.
   Abundan los soportales hechos de hierro de fundición, en consonancia con las fachadas isabelinas y los ladrillos neomudéjares que conforman la mayoría de fachadas. Los nuevos fustes han ido sustituyendo a los antiguos postes de madera o a los viejos pilares de piedra, que todavía soportan algún arco de ladrillo, alguna viga de madera herida por el tiempo o alguna de esas zapatas que parecen resistir por sí solas el peso de todo el edificio.
   Es una plaza que ha sufrido menoscabo de su personalidad con las nuevas farolas en forma de lápiz, los nuevos bancos y los nuevos quioscos. Quedan, eso sí, las grandes dimensiones del recinto, algún mirador acristalado y los numerosos balcones de forja,que abren huecos de luz en las fachadas.
   En la panda norte de la plaza muestra su fachada y sus arcos de ladrillo la llamada casa del Peso. Inmueble construido en el siglo XVII, se conoce con este nombre porque allí se instalaba el peso público que garantizaba la ausencia de fraude en el sistema de pesas y medidas.
   En el extremo opuesto se alinean la iglesia de San Antolín, el edificio del Ayuntamiento, la Casa de los Arcos y el palacio Real Testamentario.
   Iglesia de San Antolín*
   La iglesia de San Antolín, que mantuvo el rango de colegiata entre 1480 y 1855, es un templo de dimensiones catedralicias cuya erección se inició en 1503 y se terminó más de un siglo después, interviniendo en el largo proceso constructivo Juan Gil de Hontañón y su hijo Rodrigo, famoso arquitecto que prodigó en Castilla los templos en planta de salón. En los siglos XVII y XVIII se añadieron nuevas capillas a la fábrica original.
   De su exterior destaca el balcón de la Virgen del Pópulo, pequeña capilla situada en el muro orientado a la plaza, donde se celebraba misa los días de mercado. Y el reloj de la villa, que se conserva en la torre y pose una pareja de maragatos.
   Su interior, necesitado de una urgente puesta al día, alberga una riqueza artística sin duda relevante. Refulge en la capilla mayor un retablo de talla que ocupa el testero y ofrece una belleza artística notable. Banco, tres cuerpos más coronamiento y cinco calles articulan un discurso escultórico que se ajusta a los patrones establecidos por la imaginería castellana del siglo XVI y desarrollan un programa iconográfico alrededor de la vida de Jesús y de algunos santos. Preside el conjunto un espléndido Calvario. Intervinieron en la talla, la policromía y el ensamblaje un nutrido grupo de maestros, entre los que es preciso señalar la presencia de los escultores Cornelis de Holanda y Juan Rodríguez, el pintor Luis Vélez y los artistas Isidro Villoldo y Juan Picardo.
   Recorriendo la iglesia por sus naves cabe destacar, en el muro del evangelio, la capilla del Cristo de la Paz, donde se exhibe la imagen de un Cristo tallado por Juan Picardo que trata de escapar de la penumbra; y la capilla del Descendimiento, donde aparece, tras una reja plateresca de mucha filigrana, un retablo de tablas, presumiblemente pintadas hacia 1530 por el Maestro de Becerril.
   En el lado de la epístola sobresale la capilla de los Quiñones, construida en 1645, que se cubre con una hermosa bóveda decorada con yeserías barrocas y alberga la talla gótica del Cristo de la Concepción, además de dos armarios empotrados que contienen reliquias.
   En la nave central, tras la reja protectora se encuentra el coro, compuesto por una sillería de nogal traída en el siglo XVII del convento de Guisando.
   Tras el coro se ubica la capilla más espaciosa: la de Nuestra Señora de las Angustias. Alzada a mediados del siglo XVIII, muestra en su cabecera una gran cúpula barroca decorada con vistosas yeserías. Se suelen guardar en este espacio el Nazareno de las Angustias, talla atribuida a Francisco Rincón (mediados del siglo XVI) y el lienzo la Virgen con el Niño, obra original de Alonso Cano.
   Iglesia de San Miguel
   La iglesia de San Miguel se localiza tras cruzar el puente homónimo. Fábrica construida a lo largo del siglo XVI, en la que participó el maestro Juan Berdugo. Conserva en su torre la campana con la que se llamaba a reunión a los miembros del Concejo cuando el antiguo consistorio se hallaba a orillas del Zapardiel.
   En su planta rectangular de dos naves destaca la capilla mayor, de grandes dimensiones, que se cubre con bóveda de crucería y aloja un interesante retablo, ejecutado por Leonardo de Carrión a partir de 1567, que despliega un armónico universo de imágenes talladas y policromadas. Puebla la soledad del coro un órgano del siglo XVIII.
   Castillo de la Mota*
   Por su silueta específica, su relevancia histórica y su enraizamiento en la villa, el castillo de la Mota es el símbolo que mejor define el perfil de Medina. Tiene también importancia por haber aglutinado (el cerro y el castillo) los núcleos de población más antiguos y haber favorecido el establecimiento de la primera cerca amurallada.
   Se estima que la actual fortaleza fue erigida en la segunda mitad del siglo XV aprovechando los restos de las antiguas murallas presentes desde el XII. Es decir, durante el reinado de Enrique IV y de los Reyes Católicos surgieron la torre del homenaje y los muros que definen el recinto defensivo.
   De planta trapezoidal, consta de una muralla exterior y otra interior, además de un amplio patio de armas. Sobre las cortinas de ladrillo se alza la poderosa torre del homenaje hasta alcanzar los 40 metros de altura. Intervinieron en el proceso constructivo los maestros Fernando Carreño y Alonso Niño (autores de las trazas generales) y los alarifes Abdalla y Alí de Lerma como responsables de la ejecución.
   Además de la primitiva función de baluarte militar, el castillo desempeñó en el pasado otros cometidos como archivo y cárcel. En sus estancias se guardaron legajos y documentos durante el reinado de Enrique IV, hasta que Carlos I ordenó su traslado a Simancas. Y en sus mazmorras estuvieron encerrados presos ilustres como César Borgia, Diego Hurtado de Mendoza y Rodrigo Calderón. Tras haber sido ocupado desde 1942 por la escuela de Formación de la Sección Femenina, desde 1984 depende de la Junta de Castilla y León, que lo utiliza como centro de congresos.
   Conviene recorrer sus estancias interiores y visitar la capilla de Santa María del Castillo, pues en ella se custodia un tríptico hispano-flamenco cercano al estilo de Memling y un Cristo de marfil del siglo XVII. Y también los muros exteriores, para admirar la rotundidad de formas y volúmenes, la profundidad del foso y la geometría de las tejas. Pues todo un vasto territorio de tejas y tejados se divisa desde el cerro. También se puede aprovechar la ocasión para examinar los restos de las murallas medievales.

Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Valladolid. Ed. Anaya. Madrid, 2008.